Se llama candelabro a un candelero con varias ramas, destinado a soportar velas. Tiene como soporte un pie, o puede amurarse a una pared o techo, o colgar de él. La palabra candelabro es un sustantivo que se originó en el latín “candelabrum”, integrada por el verbo “candere” en el sentido de “brillar” y el sufijo de medios “brum”.

Los candelabros se usaron desde la antigüedad con fines de iluminación y para quemar los perfumes, teniendo diversas formas; pero también son muy utilizados para el culto. En la Odisea de Homero, se relata que, en el palacio del rey de los feacios, de nombre Alcinoo, de la isla Esqueria, los candelabros de oro colocados en el altar tenían la forma de un muchacho que en sus manos tenía las antorchas encendidas. Los romanos también usaron candelabros para homenajear a sus dioses. Los más imponentes se fabricaban en Tarento, al sur de Italia, sobre el Mediterráneo, y en la isla de Egina, en Grecia.

A partir del siglo IX, los candelabros formaron parte de la decoración de palacios reales y de casas de nobles ricos, y desde el siglo XVIII se convierte en un elemento que engalana las residencias de los burgueses, cada vez más adornados. Hoy pueden observarse, especialmente en tiendas de antigüedades, hechos de oro, plata, bronce, madera, etcétera.

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