¿Cómo se conocían en la Edad Media a los que rechazaban el culto y el uso de imágenes?
La querella o la crisis iconoclasta constituye uno de los procesos históricos más fascinantes del Imperio bizantino. El término iconoclasta procede del latín tardío iconoclastes que, a su vez, proviene del griego bizantino eikonoklástēs, “rompedor de imágenes”.
Se entiende por iconoclasia la doctrina y la actitud de aquellos que rechazan el culto a las imágenes sagradas, lo cual se fraguó en el siglo VIII bizantino. Actualmente, el significado del término se ha extendido a la conducta que reprueba cualquier autoridad, modelo o norma sin ceñirse necesariamente a las imágenes religiosas.
El conflicto por las imágenes afectó de manera determinante a la vida social bizantina. En este contexto, la iconoclasia no consistió en un mero rechazo, sino en la destrucción de las representaciones sagradas como política religiosa adoptada por el emperador León III.
Este emperador se hizo con el trono en el año 717 cuando marchó a Constantinopla contra el vigente emperador Teodosio III. León el Isaurio o Isáurico consiguió el mando del Ejército de Oriente en tiempos de Atanasio II, antes de ser depuesto y remplazado por el mencionado Teodosio. Como emperador León resistió un importante asedio árabe y afianzó su posición en el poder acabando con la inestabilidad precedente.
Las luchas iconoclastas incrementaron las distancias entre la Iglesia de Roma y la de Bizancio, que acabarían por separarse definitivamente en 1054, con el Cisma de Oriente.
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