El verbo ajorrar [a-jo-rrar] tiene una conjugación verbal regular y es pronominal, es decir que se puede conjugar de manera reflexiva como ajorrarme, ajorrarte, ajorrarse, ajorrarnos, ajorraros y ajorrarse. Este verbo está reconocido por la Real Academia Española.

El oficio de ajorrador es duro. Básicamente es llevar arrastrando los troncos que solo talan en lugares poco accesibles, hasta las serrerías. Era lo habitual hace muchos años, pero ahora con los viveros y plantaciones industriales de madera este oficio está en extinción.

Entre los instrumentos que usaban estaba la ballestilla y el gancho catalán para que vaya dando vueltas la cadena en la caballería. Antiguamente se hacía todo con mulos o caballos para sacar los troncos del tramo más difícil.

En más de una ocasión, la empinada cuesta que dejaban a un lado del camino casi les podía costar la vida porque se soltaban los trancos y se llevaron por delante a las bestias de carga.

Este oficio está extinguiéndose, es el final de una cadena de producción que empezaba en lo más cerrado del bosque.

En las masas boscosas de los países hispanohablantes, ricos en recursos forestales, se aprovechaban todos los productos derivados del bosque, pastos, apicultura, setas, betunes o alquitranes vegetales, plantas aromáticas y condimentarias, mantillos, frutos, caza, pesca, líquenes, carbones vegetales, leñas y sobre todo: maderas desde hace siglos y el encargado de bajar estos era el arrojador.

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