Según la leyenda, Deolinda Correa, fue una mujer cuyo marido reclutado hacia 1840 en la provincia de San Juan para luchar bajo las órdenes de Facundo Quiroga en la Provincia de La Rioja en la guerra civil entre Unitarios y Federales.

Deseosa de reunirse con su amado en La Rioja, partió con su hijo lactante siguiendo las huellas de la tropa por los desiertos de la provincia de San Juan. Cuando se le terminó el agua, Deolinda estrechó a su bebé junto a su pecho en un pequeño cerro y murió a causa de la sed, el hambre y el agotamiento.

Cuando unos arrieros pasaron por el lugar, encontraron su cadáver, pero su hijito seguía vivo amamantándose de los pechos de su madre muerta. Los arrieros la enterraron en el paraje conocido hoy como Vallecito y se llevaron consigo al niño.

Al conocerse la historia, muchos paisanos de la zona comenzaron a peregrinar a su tumba. Los devotos consideran que hace milagros. Con el tiempo el lugar se convirtió en un santuario. Actualmente existen varias capillas repletas de diversas ofrendas desde autos hasta vestidos de novia.

La devoción a la Difunta Correa, a quien consideran una santa popular, es practicada principalmente por católicos. No es reconocida como tal por la institución católica.

La gente deja en el santuario botellas con agua.

Hay en todas las rutas del país pequeños altares, oratorios y nichos con su imagen y botellas de agua.

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