En el siglo XVI Felipe II tomó posesión de unas islas en el Pacífico, bautizadas como Filipinas en su honor. En 1896 comenzó una sublevación que España trató de controlar con la fuerza de las armas y una torpe represión política.

En 1898 Estados Unidos declaró la guerra a España. Pocos meses después, España perdió Cuba, Puerto Rico y el archipiélago filipino.

Baler una pequeña población en la costa oriental de Luzón quedó incomunicada por tierra, por lo que no llegó la noticia de la destrucción de la flota española en Cavite ni del cerco de Manila.

El 30 de junio, el capitán Enrique de las Morenas ordenó encerrarse en la iglesia a la espera de refuerzos desde Manila. Eran 54 militares y un franciscano, a los que más tarde se unirían otros dos religiosos.

Durante todo el asedio (337 días) los españoles sólo debieron lamentar dos muertos por heridas de bala, mientras que ellos causaron unas 700 bajas. La mayoría de bajas españolas se debieron a las enfermedades.

Los soldados celebraron la Navidad de 1898. No sabían que apenas quince días antes el Gobierno español había firmado con Estados Unidos un tratado de paz por el que cedía sus posesiones de Cuba, Puerto Rico y Filipinas a cambio de 20 millones de dólares.

El 2 de junio de 1899 se arrió en Baler la bandera española. Los 33 supervivientes depusieron las armas y fueron conducidos a Manila. Desde allí viajaron en barco hasta Barcelona, donde se les recibió como a héroes; "los últimos de Filipinas".

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