En la mitología griega las Harpías o Arpias también conocidas como Raptoras son hijas de Taumante y Electra.

Eran seres alados, mitad pájaro y mitad mujer suelen ser dos: Aelo, también llamada Nicótoe, y Ocípete. A veces se incluye una tercera, Celeno. Sus nombres corresponden a su naturaleza, pues el primer nombre significa Borrasca, el segundo Vuela-rápido y el tercero Oscura, es decir como una nube tormentosa.

Su representación más común es de mujeres aladas o aves con cabeza femenina y garras afiladas. Se piensa que vivían en las islas Estrofíades en el mar Egeo, el poeta Virgilio las situó en las puertas de los Infiernos con los demás monstruos.

Las Harpías raptaban niños y almas. Era costumbre utilizar su imagen sobre las tumbas simulando el rapto del alma.

Su leyenda más conocida es la del rey Fineo. Cuentan que sobre él pesaba la maldición de que todo lo que tenía enfrente se lo arrebataban las Harpías, en especial los alimentos. Todo aquello que no se pudieran llevar lo ensuciaban con sus excrementos. Cuando los Argonautas llegaron, el rey les pidió que lo liberaran de las Harpías. Así Zetes y Calais las persiguieron hasta que las obligaron a huir pues tenían prohibo matarlas.

Se decía que de la unión de ellas con el dios-viento Céfiro, engendraron a varios caballos: Janto y Balio, los dos caballos divinos de Aquiles (el héroe de Troya) que eran tan rápidos como el viento; y Flógeo y Hárpago, caballos de los Dioscuros (Cástor y Pólux, gemelos divinos).

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