La práctica de poner nombre a huracanes, tifones y ciclones existe desde finales del siglo XVIII, son bautizados con nombres de personas para identificar rápidamente cada fenómeno meteorológico. Al detectarse por los servicios meteorológicos reciben un nombre que no se repite.

Cada zona del planeta que registra la presencia de ciclones tiene su propia lista de nombres. Suelen ser nombres de origen inglés, español y francés, en referencia a los países afectados.

Este sistema fue inventado por el meteorólogo Clement Lindley Wragge, empezó utilizando las letras del alfabeto griego y se sirvió de personajes mitológicos, nombres de mujeres, etc.

Cuando inicia la temporada de huracanes, los nombres de la lista quedan ordenados alfabéticamente: el nombre del primer huracán empieza por A, el segundo por B, y así sucesivamente se alternan nombres de hombre y mujer.

Las listas de huracanes solo tienen 21 nombres: en todas las regiones se excluyen los nombres que empiezan por las letras Q, U, X, Y y Z, ya que son difíciles de encontrar. Cuando un huracán, tifón o ciclón ha provocado una gran catástrofe, el nombre se retira de la lista y ya no puede volver a utilizarse como homenaje a las víctimas.

En la década de 1950, el Servicio de Meteorología de Estados Unidos (NWS) empezó a elaborar listas de nombres para utilizar a nivel global, solo se incluían nombres femeninos para los fenómenos meteorológicos, a partir de 1979, se empezaron a alternar nombres masculinos y femeninos.

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