En los siglos V y VI los francos, guiados por Clodoveo, ocuparon gran parte de la Galia. Clodoveo (466-511) fue el primer rey de la dinastía merovingia, que tomaba el nombre de su antepasado el rey Meroveo.

Clodoveo expulsó a los visigodos y escogió como capital de su reino un pequeño enclave celta colocado a orillas de un río, "Lutetia Parisiorum", la actual París. El rey, gracias a la unificación de las tribus francas, fundó la más sólida monarquía romano-bárbara y la encaminó a la continuación de la tradición romana occidental.

Dominador ya de un territorio que se extendía entre el Rin y el Loira, Clodoveo I se convirtió al cristianismo católico, los restantes reyes germánicos eran arrianos, quizá por influencia de su esposa Clotilde; de esta manera consiguió el apoyo de la Iglesia y facilitó la fusión de los elementos germánicos y galorromanos en un reino franco unido.

Temerosos de la fuerza que le daba el ser el único monarca legítimo a los ojos de las masas católicas, los visigodos, los burgundios y los ostrogodos hicieron causa común contra Clodoveo. La victoria sobre los visigodos le permitió ocupar Aquitania y extender su reino hasta los Pirineos, pero no consiguió abrir sus dominios al Mediterráneo, por la existencia de un reino burgundio en el valle del Ródano.

Tras haber unificado prácticamente toda Francia, al morir dejó sus estados repartidos entre sus cuatro hijos: Teodeberto, Childeberto, Clodomiro y Clotario.

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