En la antigüedad, para aliviar el dolor y la fiebre, el remedio se encontraba en la naturaleza: el extracto de la corteza del sauce blanco (Salx alba), cuyo principio activo no es otro que el ácido acetilsalicílico.

A partir de la Edad Media la corteza del sauce quedó en el olvido, hasta que en 1763 Edward Stone, un reverendo de la iglesia de Inglaterra, rescató a este extracto vegetal cuando presentó un informe en la Real Sociedad de Medicina inglesa acerca de sus propiedades.

Posteriores investigaciones científicas lograron aislar la "salicina" (una sustancia amarillenta en forma de cristales de sabor amargo), que sirve para sintetizar el ácido salicílico. En 1853 el químico Charles Frédéric Gerhardt hizo un primer intento de acetilación (*) de la salicina, pero la solución tenía demasiados efectos secundarios e impurezas.

Cuarenta y cuatro años después el alemán Felix Hoffmann, un químico de 29 años de Bayer, buscaba una variante menos tóxica del ácido salicílico de Fréderic, cuando se encontró con lo que sería la solución ‘mágica’ para una amplia variedad de malestares. El 10 de agosto de 1897 anotó en su cuaderno de laboratorio que había logrado producir ácido acetilsalicílico puro, sustancia que después se conocería con el nombre de aspirina.

(*) reacción que introduce un grupo acetilo en un compuesto químico.

Más información: es.wikipedia.org