Fue el padre de Freddy Krueger y Ghostface, y uno de los cineastas más reconocidos e influyentes del cine de género del terror, de las últimas décadas.

Sus monstruos podían proceder de lo sobrenatural como en Pesadilla en Elm Street o La serpiente y el arcoiris; de personajes extraños, caso de Las colinas tiene ojos, y psicópatas asesinos que re-definían el slasher, en la celebrada saga Scream; pero también de personas normales y corrientes transformadas en bestias de matar, así era en La última casa a la izquierda (1972), su debut acreditado en el largometraje a los 33 años.

Sin embargo, de pequeño Wes Craven no lo tuvo fácil para acceder al cine a causa de sus padres, procedía de una estricta familia bautista para la que las películas eran “obras del diablo”. Empezó a verlas poco después de acabar su época de universitario.

Aún así, y contra todo pronóstico o quizá porque creyó que de verdad aquello era algo diabólico, o demasiado placentero, lo cierto es que se lanzó en sus inicios a rebuscar en los tabúes y los entresijos más prohibidos, y también a lo que daba dinero más fácilmente.

Hizo sus pinitos rodando (bajo el seudónimo de Abe Snake) porno o conmocionando en su debut, por la crudeza y contundencia de la propuesta, y un bajísimo presupuesto que la hacia más aterradora por su aspecto amateur, más real, con la citada La última casa a la izquierda.

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