José de Arimatea es un personaje bíblico que, de acuerdo con el Evangelio de Mateo 27:60, era el propietario del sepulcro en el cual fue depositado el cuerpo de Jesús de Nazaret después de su crucifixión y muerte.

El evangelista y editor estadounidense Dwight L. Moody (1837-1899) observó que los evangelios canónicos raramente recuentan los mismos relatos;​ sin embargo, el relato de José de Arimatea y su esfuerzo por conseguir el cuerpo de Jesús para darle sepultura es narrado en todos ellos.

A pesar de hacer una crítica del carácter de José al indicar que era "discípulo de Jesús, pero secretamente por miedo de los judíos" (Juan 19:38), el Evangelio de Juan incluyó el evento. De hecho, los otros tres evangelios lo caracterizan benevolentemente. Un «hombre rico» según San Mateo; un hombre «ilustre» según San Marcos; «persona buena y honrada» según San Lucas.

Jesús acaba de morir en la cruz, Pedro renegó de Él por tres veces en público, los apóstoles se dispersan, pero José de Arimatea solicita al procurador romano Poncio Pilato que le permita dar sepultura al cuerpo de Jesús. Con la ayuda de Nicodemo, desclava el cuerpo de la cruz y lo sepulta en su propia tumba, un sepulcro nuevo, recién excavado en la roca, donde se encuentra la basílica del Santo Sepulcro. Lo envolvieron en lienzos de lino y lo colocaron en la tumba con una gran piedra en la entrada.

Por esto, la tradición católica lo tiene como patrono de embalsamadores y sepultureros.

Más información: es.wikipedia.org