Fue el médico estadounidense Duncan MacDougall, quien a principios del siglo pasado postuló que si el alma forma parte de nuestro cuerpo, debe estar presente en forma de alguna sustancia, y al igual que el resto de la materia esa sustancia debe tener peso.

Aseguraba que el alma abandona el cuerpo al morir, razón por la cual la pérdida de peso debía poder medirse.

A fin de verificar su teoría, MacDougall experimentó en 6 personas a punto de morir, pesándolas antes y después de la muerte en una cama-balanza que él mismo fabricó.

A partir de los resultados del experimento, MacDougall concluyó que el alma pesa aproximadamente 21 gramos, que es la variación que pudo observar a través de su investigación, la cual nunca fue considerada como científica.

Las conclusiones de sus experimentos, que comenzaron en 1901, fueron publicados seis años más tarde en la revista “American Medicine” y en el diario New York Times.

Este debate sigue vigente hoy en día, pues recientemente el doctor Francis Crick (Premio Nobel 1962), aseguró que los 21 gramos que había percibido MacDougall en sus experimentos era una pérdida del proceso físico del cuerpo, exactamente del cerebro y no del alma. Según él, la actividad neuronal producía un campo eléctrico que hace que el cuerpo pese más. Entonces, al detenerse esta actividad neuronal (al morir) desaparece y por tanto el peso también.

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