Con casi 1.5 kg de peso, el hígado es nuestro órgano interno más grande. Su tamaño está más que justificado, pues lleva a cabo numerosas funciones vitales.

Se sintetiza en el hígado y es almacenada en la vesícula biliar, que vierte su contenido al duodeno cuando ingerimos comida. Por este motivo muchas veces se considera que el hígado forma parte del sistema digestivo.

Ayuda a la digestión y ayuda a las enzimas en su cuerpo para descomponer las grasas en ácidos grasos, que pueden introducirse en el cuerpo a través del tracto digestivo.

La bilis es un líquido verdoso a parduzco compuesto de agua, colesterol, fosfolípidos (un tipo de grasa), sales biliares, proteínas y bilirrubina. La bilirrubina es el producto de la descomposición de la hemoglobina en el hígado y le da a la bilis su color amarillento. La bilis también es el medio por las que el hígado está tratando de deshacerse: toxinas, exceso de colesterol e impurezas de un tipo u otro.

En relación con la digestión, el componente más importante de la bilis hepática son las sales biliares , un nombre genérico para una gran familia de compuestos ácidos que emulsionan las grasas o las hacen solubles en agua.

La mayoría de ellos son derivados del colesterol, ácidos cólico y quenodesoxicólico, que tienen aminoácidos agregados (glicina o taurina) para formar ácido taurocólico y ácido glicocólico. Se llaman "sales" porque hay un ion positivo adicional unido a cada molécula, que suele ser el sodio.

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