La forma más común de la pintura clásica al temple es el temple de huevo. En esta técnica solo se suele utilizar el contenido de la yema del huevo. La clara y la membrana de la yema se descartan (la membrana de la yema se coloca en un recipiente y se perfora para drenar el líquido del interior). La mezcla de la pintura tiene que ser constantemente ajustada para mantener un balance entre grasa y agua, ajustando la consistencia con agua y yema. Cuando la pintura se seca, el artista añade más agua para mantener la consistencia y equilibrar el espesamiento de la yema en contacto con el aire.

La yema de huevo contiene tanto lípidos como proteínas. Cuando la pintura al temple de huevo se seca, estos componentes se reticulan para formar una red polimérica que adhiere los pigmentos de color a la superficie preparada. El agua es simplemente un diluyente que ayuda a humedecer los pigmentos, diluir la yema de huevo a la adecuada consistencia, y facilitar su aplicación sobre el soporte. Los diferentes pigmentos van a necesitar de cantidades diferentes de agua para alterar sus cualidades de manejo y transparencias.

La pintura al temple se seca rápido. Normalmente se aplica en capas finas, semi-opacas o transparentes. Permite gran precisión cuando se usa con técnicas tradicionales que requieren la aplicación de pequeñas y numerosas pinceladas aplicadas en técnica de hachura. Una vez seco, produce un acabado fino y mate.

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