Los agujeros negros son restos fríos de antiguas estrellas, tan densas que ninguna partícula de materia, ni siquiera la luz es capaz de escapar de su poderosa fuerza gravitatoria.

Los agujeros negros representan la última fase en la evolución de enormes estrellas que fueron 10 a 15 veces más grandes que nuestro Sol.

Cuando las estrellas gigantes alcanzan el estadio final de sus vidas estallan sobre si mismas, cataclismos conocidos como Supernovas. Tal explosión dispersa la mayor parte de la estrella al vacío espacial dejando una gran cantidad de restos fríos en los que no se produce fusión. En los restos inertes de la Supernova no hay una fuerza que se resista a la gravedad, por lo que la estrella empieza a replegarse sobre si misma. Sin una fuerza que frene la gravedad, el emergente agujero negro se encoge hasta un volumen cero, en cuyo punto pasa a ser infinitamente denso. Incluso la luz de dicha estrella es incapaz de escapar a su inmensa fuerza gravitatoria que se ve atrapada en órbita.

A este punto se le llama singularidad, y es tan denso que ni siquiera la luz cercana puede escapar de su fuerza gravitatoria.

La atracción gravitacional de un agujero negro es tan fuerte que la velocidad de escape es superior a la de la luz, y por tanto nada puede escapar de su influjo, porque nada puede ir más rápido que la luz. La frontera que rodea la singularidad y marca el lugar en el que está velocidad de escape iguala a la luz, se conoce como horizonte de eventos.

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