Las calendas (en latín, kalendae), en el antiguo calendario romano eran el primer día de cada mes, teóricamente cuando ocurría la luna nueva o novilunio en un ciclo lunar (calendarios de Rómulo y Numa Pompilio). La palabra calendario en español procede de esta palabra.

Una vez asentado el mes de enero como primero del año por el calendario juliano, se instituyó la celebración de las calendas ianuarias, último nombre, ya totalmente civil, que tuvieron las antiguas celebraciones religiosas romanas de principio de año, que el cristianismo tuvo que renombrar y en la medida de lo posible reformar como fiestas de la natividad de Cristo.

Junto a las calendas y al calendario se desarrolló el verbo calendar, con el significado de poner fecha a actos y documentos importantes, abundando en la idea de que las calendas son fiestas señaladas, dignas de recordarse y celebrarse.

Y como curiosidad hay que decir que los romanos fueron los creadores de la palabra calendarium, pero su significado era el de “libro de cuentas”.

Los calendares eran los oficiales que llevaban los libros de cuentas de la ciudad (se les llamaba también curatores calendarii).

Y poner el dinero a interés era para los romanos convértere pecuniam in calendarium (literalmente, convertir el dinero en calendario es decir, tirar de cupón). Fue, entonces la iglesia la que a partir de sus calendas fraguó el nombre de calendario con el significado que actualmente tiene.

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