El Puente de Segovia es el más antiguo de los conservados en Madrid, España y todavía hoy sigue prestando servicio para cruzar el río Manzanares. Miles de peatones y vehículos transitan cada día sobre sus arcos.

Está ahí desde 1584, fecha en que el arquitecto Juan de Herrera, uno de los responsables del Monasterio de El Escorial, finalizó las obras. El rey Felipe II, en 1561, ordenó trasladar allí su corte. Desde entonces sería capital del reino. Por eso Madrid necesitaba mejorar sus comunicaciones.

El Puente de Segovia mide 172 metros de largo y está formado por nueve ojos, rematados por arcos de medio punto. Si te fijas, verás que los arcos centrales son más amplios y que a medida que se alejan del centro los arcos son más pequeños.

Entre los arcos existen unas piezas en forma de medio cono llamadas tajamares. Por el lado norte, de donde recibe las aguas, son picudas, mientras en el lado de salida son semicirculares. Estos tajamares reparten las aguas hacia los lados y evitan la erosión de los pilares.

El Puente de Segovia está construido con sillares de granito o piedra berroqueña. Su cornisa se embellece con una moldura y unas bolas de granito, que insisten en el estilo renacentista de toda la obra.

Catalogado como Bien de Interés Cultural con la categoría de Monumento, hoy el Puente de Segovia disfruta de un entorno y un paisaje más agradable. Sin dejar de servir de paso para peatones y vehículos, se rodea de fuentes, estanques, jardines y paseos.

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