Heka es una deidad de la mitología egipcia, considerado la personificación de la magia o la fuerza divina del universo. Se le creía hijo de Atum, o alternativamente de Jnum y Menhit.

Heka aparecía por lo general como un hombre con el atuendo y la barba curvada típica de los dioses, en ocasiones estrangulando dos serpientes entrelazadas en sus manos.

Heka no recibía un culto regular, aunque su función en la religión del Antiguo Egipto poseía una importancia considerable. Se invocaba a Heka en muchos contextos mágico-religiosos. Durante el período romano se llevaba una estatua del dios en procesión desde el templo de Esna hasta los campos circundantes para asegurar sus cosechas.

Desde el punto de vista mitológico, Heka había existido desde el momento de la creación, de manera que el dios Heka podía ser considerado también un dios creador.

Los Textos de las Pirámides indican que, debido a su gran poder, Heka era temido por los propios dioses, y se decía que acompañaba al dios sol en su barca y que protegía al dios Osiris en el mundo inferior.

Los sacerdotes del dios Heka eran médicos-magos que tenían escuelas sacerdotales en Heliópolis, Menfis y Esna.

Heka cumplía también una función en las creencias de después de la muerte; los Textos de las Pirámides reivindican directamente su autoridad y los Textos de los Sarcófagos contienen un conjuro "para convertirse en el dios Heka".

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