La alcachofa de Jerusalén, también conocida como pataca, tupinambo, castañas de tierra, aguaturmas o girasol de Canadá. No es una alcachofa, es un tubérculo; ni es oriunda de Jerusalén, sino de América del Norte.

La historia de esta raíz en Europa comienza cuando algunos tupinambas fueron llevados a París en 1613, donde difundieron todas sus bondades. A partir de esa fecha, el cultivo se extendió al resto de países vecinos, donde se hizo sumamente popular hasta que la patata le arrebató el liderazgo. La escasez de alimentos tras la Segunda Guerra Mundial lo rescató del ostracismo y volvió a tener presencia en la mesa, la cual se mantiene sobre todo en América.

Luce un aspecto visual muy particular, ya que está determinado por unas grandes hojas amarillas que recuerdan al girasol, un bulbo del tamaño de una patata y una piel arrugada parecida al jengibre. Su carne es blanquecina y proporciona un sabor ligeramente dulce a medio camino entre los espárragos y la alcachofa, lo que le dota de una gran polivalencia en la cocina.

Posee un contenido hídrico del 80%, convirtiéndose en un excelente aliado de la diuresis, la eliminación de toxinas y, por lo tanto, de las dietas de adelgazamiento. Dada su composición, el aporte calórico es muy escaso, comportando alrededor de 27 kcal por cada 100 gramos de producto.

La época de máximo esplendor de la alcachofa de Jerusalén son los meses de otoño e invierno.

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