Desde los inicios del séptimo arte, la figura de Juana de Arco ha llamado la atención, dando lugar a multitud de adaptaciones por directores de la talla de Dreyer, Bresson, Rossellini, Preminger, DeMille, Rivette o Victor Fleming.

La actriz Ingrid Bergman interpretó un personaje que le apasionaba, bajo la dirección de su marido Roberto Rossellini. Este oratorio de puesta en escena surrealista, constituye la versión más singular sobre Juana. En ella, la mártir hace balance de su vida y de sus designios divinos, auxiliada espiritualmente por un dominico.

En 1957, Hollywood volvería a colocar el foco en la santa francesa, a través del acercamiento de estilo teatral, llevado a cabo por Otto Preminger. El papel protagonista recayó en la debutante Jean Seberg, elegida entre miles de candidatas. Pese a la presencia de Preminger, la propuesta se resiente por ciertas incongruencias argumentales y por la inconsistente traslación a la pantalla del rey Carlos VII.

En 1999 se estrenaron dos biografías muy distintas acerca de la patrona de Francia. La que nos ocupa fue dirigida por Luc Besson, haciendo hincapié en la épica de las batallas y del personaje central, interpretado por Milla Jovovich.

Este violento biopic tiene su principal talón de Aquiles en una histérica Juana, sobre la que Besson no aclara si está movida por Dios o por alucinaciones. Una lástima, porque desaprovechó un elenco con actores del nivel de Dustin Hoffman, John Malkovich y Faye Dunaway.

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