La guerra ruso-persa de 1804–1813, una de las muchas guerras entre el Imperio persa y el Imperio ruso, empezó como una disputa territorial.

El sah persa, Fath Ali, quería consolidar los territorios más al norte de su imperio asegurando la región cerca a la costa suroeste del mar Caspio (actual Azerbaiyán) y la Transcaucasia (actual Georgia y Armenia). Como su contraparte persa, el zar ruso Alejandro I también era nuevo en el trono y estaba igualmente determinado a controlar los territorios disputados.

La guerra terminó con el Tratado de Gulistán. El embajador de Gran Bretaña, Gore Ouseley, fue el encargado de la negociación de los términos del tratado, que establecía la pérdida de la actual Azerbaiyán, Daguestán y Georgia oriental en favor del Imperio ruso. Rusia también tendría el derecho exclusivo de navegación por el mar Caspio con barcos militares.

El tratado fue firmado por Nikolái Fiódorovich Rtíschev​ por Rusia y Haji Mirza Hasan Khan por Persia. Algunos puntos poco claros en los límites territoriales establecidos, llevaron a nuevas hostilidades en 1826.

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