Las denominaciones de origen son signos distintivos que identifican a un producto perteneciente a una región determinada y que tiene características particulares que hace que el producto sea diferente. La producción y elaboración de estos requiere factores geográficos, humanos y de conocimientos ancestrales únicos, que hacen que su fabricación sea distinta al de otros productos que se encuentran en el mercado.

La historia de las denominaciones de origen no es reciente; sus antecedentes se remontan al siglo V antes de nuestra era, al vino de la isla griega de Quíos, el cual era reconocido por su nombre y procedencia. Más tarde, en 1666 el parlamento de Toulouse proclama la exclusividad del Roquefort. Pero fue en el siglo XVIII, cuando Portugal se convirtió en el primer país en regular su producción de vino, reconociéndolo como el vino de Oporto, que se exportaba a diversos puntos de Europa.

Fue el Marqués de Pombal, primer ministro del rey José I, quien dictaminó varias leyes de elaboración que debían ser cumplidas por los productores y, de esa manera, asegurar su calidad. Creó, en Oporto, la Compañía de las Viñas del Alto Duero con la que se pretendía proteger y asegurar la calidad del famoso vino de Oporto Nace así lo que actualmente se conocen como Consejo Regulador. De esta forma, además de cuidar la producción portuguesa, suponía una defensa contra las potencias de la época, desplazando a Gran Bretaña a ser un mero intermediario de sus vinos.

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