Cuando los astronautas del Apolo 11, Neil Armstrong y Buzz Aldrin, llegaron a la Luna hace 50 años, el 20 de julio de 1969, plantaron una bandera de los Estados Unidos que se ha convertido en todo un símbolo. La enseña, que también ha sido utilizada como argumento por los amantes de las conspiraciones (dicen que «ondeaba» cuando no debería) representó en realidad una gran hazaña de ingeniería.

«La bandera en la Luna es un gran ejemplo del hecho de que en el espacio, nada es simple», explica Annie Platoff, bibliotecaria de la Biblioteca de la Universidad de California en Santa Barbara y experta en la colocación de las banderas del programa Apolo en la superficie lunar. «Es algo que parece muy, muy simple, pero que una vez que empiezas a pensar en ello, te das cuenta de que es muy complejo», señala la vexilóloga.

Sin atmósfera en la Luna y, por lo tanto, sin viento, las banderas que ondean libremente en la Tierra colgarían como una tela floja en el entorno lunar. Así que los ingenieros tuvieron que repensar el diseño del asta de la bandera por completo. En un asta normal, la bandera se fija por su parte inferior y superior. Sin embargo, una bandera lunar está anclada al asta solo en la parte inferior. Se mantiene en su lugar principalmente mediante una barra transversal horizontal en la parte superior.

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