En la Grecia antigua, un erómeno (erómenoi), era un adolescente comprometido en una pareja pederástica con un hombre adulto, llamado erastés. Este estatus social, aunque reconocido y codificado por las sociedades antiguas, era practicado sobre todo por la aristocracia, más habitualmente en el orden ecuestre. Se consideraba que la aparición de la barba en el mentón del joven ponía fin a la posibilidad de este estatus social.

En la antigua Grecia, la homosexualidad, lejos de estar condenada o marginada, era una práctica de los medios civiles más selectos. Los referentes a la pederastia son muy numerosos, y se multiplicaron con la generalización de la homosexualidad fuera de sus marcos institucionales originales.

El hombre sexualmente activo, llamado erasta, que siempre es un maestro, divino o heroico se liga con un hombre joven sexualmente pasivo, el erómeno, que es siempre un adolescente impúber. Su sujeción sexual termina, precisamente, con la aparición de la pubertad y la aptitud para el matrimonio. Así pues, tiene un origen iniciático.

Los curetes eran nueve divinidades, que custodiaron a Zeus cuando era un recién nacido en una cueva cretense y se encargaron de hacer ruido golpeando sus armas y bailando para que Crono no oyese al niño, al que quería devorar.

Los sátiros, eran criaturas masculinas que acompañaban a Pan y Dioniso, vagando por bosques y montañas, hermanos de las ninfas y los curetes, y amantes del vino, las mujeres y de los placeres físicos.

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