En un mundo en transformación debido a la Revolución francesa y a la independencia de los futuros Estados Unidos de América, dos embarcaciones españolas cargadas de astrónomos, hidrógrafos, cartógrafos, botánicos y dibujantes iniciaban en 1789 una de las mayores expediciones científicas de la Historia.

Reinaba, por aquel entonces, el Rey Carlos III, que gobernaba uno de los imperios más extensos de la historia de la humanidad, con una población muy diversa con diferentes necesidades y en distintas partes del mundo.

Comandada por Alejandro Malaspina y José de Bustamante, recorrería las costas de toda América, Filipinas y Oceanía, recabando no solo conocimiento científico y etnográfico de esos territorios, sino también el pulso político y social del antiguo Imperio español.

Durante los cinco años de duración, Malaspina vivió contratiempos y aventuras que empezaron en las islas Canarias, pero que continuaron por Brasil, Argentina, América del norte o Australia. Entre ellos, el problema de conservación que suponían las islas Malvinas dada su situación estratégica o la zona de Panamá, donde vio la posibilidad de crear un canal que uniera el Pacífico y el Atlántico, para ahorrar tiempo de navegación a los navíos que querían atravesar América.

Además de recopilar información estratégica para la Corona sobre cada lugar, los miembros de la Expedición Malaspina realizaron catálogos de minerales y de flora, levantaron mapas e hicieron numerosas investigaciones científicas.

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