Grigori Yefímovich Rasputín (1872-1916), conocido como «El Monje Loco», fue un místico ruso con una gran influencia en los últimos días de la dinastía Románov.

En su lugar de origen pretendía darse una apariencia de Jesucristo y tenía fama de sanador mediante el rezo, razón por la cual, y gracias a una amiga de la zarina llamada Anna Výrubova, en 1905 fue llamado al palacio de los zares para cortar una hemorragia de su hijo y heredero Alekséi Nikoláyevich Románov, que padecía de hemofilia.

El zarévich efectivamente mejoró —algunos investigadores sostienen que fue mediante hipnosis— con lo que el zar Nicolás II, y especialmente la zarina Alejandra, cayó bajo la influencia de este controvertido personaje.

El punto culminante del poder de Rasputín fue en 1915 cuando Nicolás II dejó San Petersburgo para supervisar los ejércitos rusos que luchaban en la Primera Guerra Mundial, aumentando tanto la influencia de Alejandra como la de Rasputín.

Sin embargo, las derrotas rusas aumentaron durante la guerra, y tanto Rasputín como Alejandra se volvieron cada vez más impopulares. En la madrugada del 30 de diciembre de 1916, Rasputín fue asesinado por un grupo de nobles conservadores que se oponían a su influencia sobre Alexandra y Nicolás.

Los historiadores suelen sugerir que la escandalosa y siniestra reputación de Rasputín ayudó a desacreditar el gobierno zarista y así ayudó a precipitar el derrocamiento de la dinastía Romanov unas semanas después de ser asesinado.

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