Cuando se inventó el automóvil, hubo dos grandes protagonistas cuyos nombres sonaron por encima del resto: Karl Benz y Gottlieb Daimler. Cada uno de ellos decidió crear su propia empresa y competir por separado, teniendo Benz la empresa llamada Mannheim Benz&Co (fundada en 1883) y Gottlieb la empresa Cannstatt Daimler-Motoren-Gesellschaft (fundada en 1890).

Daimler seguía innovando e intentando sacar su marca adelante sin demasiado exito. No fue hasta el inicio del siglo XX cuando ocurrió el "milagro" para el señor Daimler: Emil Jellinek, un famoso distribuidor austriaco enamorado de los coches, consiguió conducir con solvencia un automóvil de la marca Daimler.

Jellinek tenía una obsesión con el nombre de Mercedes. Así se llamaba su hija, tenía decenas de propiedades con ese nombre y, en general, intentaba usar Mercedes para nombrar cualquier cosa. Decidió unir sus dos "obsesiones" y compró prácticamente toda la producción de Daimler a cambio de dos condiciones: debía ser distribuidor exclusivo en Austría, Hungría, Francia, Bélgica y EEUU y el nombre del coche debería ser Mercedes.

Hasta hace pocos años, muchos creían que «Mercedes» era un apodo que le había dado su padre, pero gracias a unos archivos hechos públicos por Daimler, se sabe que era su nombre real.

En los años 20 ambas marcas comienzan a trabajar juntas, ya que el panorama tras la crisis económica es devastador y golpea duramente a ambas compañías, y se fusionarían en 1926.

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