En 1831, a la edad de 22 años, el naturalista inglés Charles Darwin (1809-1882) se graduó de la Universidad de Cambridge y navegó por el mundo durante cinco años a bordo del bergantín de nombre HMS Beagle.

Como naturalista del Beagle, Darwin tomó muchas anotaciones sobre la vida silvestre y los entornos que veía, también reunió miles de especies que llevó a su país, el Reino Unido.

Darwin permaneció cinco semanas en las islas Galápagos, en 1835, durante este tiempo observó muchas plantas y animales que eran muy distintos de las especies de la parte continental de América del Sur.

Un hecho en particular le llamó profundamente la atención allí. En cada una de las islas que conforman este archipiélago situado a unos 900 kilómetros de la costa de Ecuador, los pinzones tenían un pico diferente.

Esta diferencia que observó en las aves fue la que le hizo pensar que las especies no eran estables, sino que cambiaban sus características físicas para adaptarse a las presiones del entorno. Así, el naturalista británico comenzó a darle forma a su teoría de la evolución.

No obstante, hay algunos expertos que ponen en duda este papel que la historiografía contemporánea y la cultura popular le han asignado a las islas Galápagos. Según ellos, décadas de experimentación sobre especies domésticas en Gran Bretaña proporcionaron la mayor parte de la evidencia para el desarrollo de su teoría, aunque de todas maneras asignan un rol importante a los datos recopilados en dichas islas.

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