David es uno de los grandes héroes bíblicos y su triunfo sobre Goliat tiene muchas enseñanzas y sentidos que incluso exceden al cristianismo. El trasfondo de la historia es el enfrentamiento de Israel, cuyo rey era Saúl, con los filisteos, un pueblo venido del mar, y asentado en la costa cananea.

De una de las ciudades filisteas, Gat, era originario Goliat, un gigante al que la Biblia atribuye una estatura de casi 3 metros (seis codos y un palmo) y que durante 40 días se lo pasó haciendo alarde frente al ejército israelita, desafiándolo a elegir a su mejor hombre para pelear contra él. Si Goliat era vencido, los filisteos serían esclavos de Israel. Y viceversa.

Nadie se animaba a recoger el desafío, hasta que apareció David, un pastorcillo muy joven, adolescente, provisto únicamente con una honda y cinco piedras lisas. Aunque, claro, David no era cualquier pastor; nadie lo sabía, pero poco antes había sido ungido secretamente por el profeta Samuel -que actuaba por órdenes directas de Dios- como futuro rey de Israel.

A Goliat el desafío de este muchacho la causó mucha gracia. Hasta que David interrumpió sus carcajadas desmayándolo de un hondazo que le dio en plena frente. Una vez caído el gigante, lo decapitó con su propia espada. Una escena que no ha cesado de inspirar a los artistas de todas las épocas.

Posteriormente David sería proclamado rey de Israel. Su biografía está condensada en los libros de Samuel del Antiguo Testamento.

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