Cuando hablamos de géneros cinematográficos la mayoría cumple con el propósito de mantener al espectador atento a la pantalla, pero en el caso de «thriller» (del verbo ingés «thrill», ‘asustar’, ‘estremecer’ o ‘emocionar’) o género de suspenso, el objetivo principal es mantener al lector a la expectativa, generalmente en un estado de tensión, de lo que pueda ocurrirles a los personajes y, por lo tanto, atento al desarrollo del conflicto o nudo de la narración.

Si se va a categorizar a un filme como un thriller, este debe contener en la trama una meta única que mantenga al visualizador pegado a su butaca y con un alto grado de ansiedad. Por ejemplo, una situación propia de este género sería la de un ratero que asalta un banco y durante todo el filme, este, en su condición de perseguido, trata de escaparse y no encuentra ninguna salida a su desgracia y hasta terminar el filme el asaltante parece no encontrar escape alguno.

En el séptimo arte, Alfred Hitchcock (1899-1980) es considerado el maestro del género de suspenso. Sus filmes presentaban víctimas inocentes que eran tomadas de la más placentera situación a la más caótica y desesperante sobre el argumento de haber confundido su identidad o una acusación falsa.

En los años 1970 se renovó el género con un tipo de películas más violentas y catastrofistas: El diablo sobre ruedas, y Tiburón, de Steven Spielberg.

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