La primavera española de 1962 fue particularmente conflictiva. El 7 de abril, el pozo Nicolasa de Mieres se declaró en huelga. En días sucesivos, el resto de minas asturianas se fueron sumando al paro. La huelga duró casi dos meses, participaron cerca de ciento cincuenta mil mineros y finalizó con la subida de los salarios; la huelga se fue extendiendo a otros sectores industriales y a diferentes provincias. El régimen decretó el estado de excepción para Asturias y País Vasco. Y días después, la prensa nacional publicó una nota de inserción obligatoria en la que se minimizaba el conflicto minero y se ensalzaban las virtudes de Asturias.

En estas circunstancias viajaron a Atenas, con motivo de la boda de Juan Carlos y Sofía, unos cientos de españoles, en su mayoría bien situados bajo el franquismo, poco significados políticamente. Algunos de ellos, opositores al franquismo como Satrústegui, Miralles, Vicente Piniés o García de Vinuesa, participaron en la reunión de Munich.

En junio se celebró el reencuentro, por primera vez desde el final de la Guerra Civil española, entre la "oposición" interna al franquismo y los vencidos del exilio. Los comunistas fueron vetados, aunque Tomás García del PCE y Francesc Vicens del PSUC desarrollaron su actividad entre bambalinas.

A pesar del fracaso de la reunión, la dictadura franquista sabía que la vía de Munich podía destruir sus cimientos: en el contubernio se encuentra el origen de esa España que llevó a cabo la Transición.

Más información: www.lavanguardia.com