Si nos ceñimos únicamente al fenómeno, el eclipse solar que se produjo el 29 de mayo de 1919 no habría sido particularmente destacable. Es cierto que fue uno de los más largos del siglo XX, al durar 6 minutos y 51 segundos. De hecho, no había uno tan largo desde el 27 de mayo de 1416. Pero fue superado en dos ocasiones en ese mismo siglo.

Lo que hizo que pasase a la historia fueron las circunstancias que lo rodearon. El eclipse de 1919 permitió poner a prueba la teoría de la relatividad general de Einstein por primera vez. Esto fue posible gracias a un experimento llevado a cabo por el astrónomo británico Sir Arthur Eddington.

La relatividad explicaba que se puede imaginar la gravedad como la curvatura del espacio-tiempo. El eclipse de 1919 coincidía con el paso del Sol por delante del cúmulo de las Híades, uno de los más brillantes del firmamento. Eddington dio cuenta de que su luz tendría que pasar por el campo gravitacional del Sol. Así que, aprovechando la oscuridad del eclipse solar, debería ser posible medir, con precisión, el cambio de posición de las estrellas en el cielo por culpa del campo gravitacional de nuestra estrella.

Con los datos recopilados, hubo que esperar hasta noviembre de 1919 para que Eddington publicase sus resultados. Confirmó que la luz se curvaba tal y como indicaba la relatividad de Einstein, quien se convirtió en toda una celebridad al convertirse en la portada de gran cantidad de periódicos de todo el mundo.

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