El 22 de mayo de 1972, Laszlo Toth destruyó parcialmente la Piedad del Vaticano de Miguel Ángel, una de las piezas escultóricas más importantes de todos los tiempos.

Toth, de origen húngaro y ferviente católico, era un geólogo australiano que nunca pudo ejercer como tal. A la edad de 33 años, estaba dispuesto a que lo reconocieran como «Jesucristo resucitado de entre los muertos». Con tales palabras se presentó en el interior de la Basílica de San Pedro, a la que previamente accedió camuflado entre un grupo de gente que esperaba la bendición del Papa Pablo VI.

De repente, asestó 15 golpes a la escultura con un martillo de geólogo. Logró amputar un brazo de la Virgen a la altura del codo —cuya caída provocaría que perdiera todos los dedos de la mano—, quebrar parte de la nariz y astillar un párpado, así como el velo a la altura de la cabeza y cuello, antes de ser detenido por un grupo de guardias y civiles del lugar.

No hubo cargos ni sentencia contra Toth. Fue internado en enero de 1973 en un hospital psiquiátrico, del cual sería dado de alta dos años después, justo antes de ser deportado a Australia, pues ya era persona non grata en Italia.

En Roma, un grupo de restauradores liderado por Deoclecio Redig de Campos lograría volver a unir el brazo, formar una nueva nariz y reparar el daño del párpado. Desde entonces, la escultura está protegida por un muro de vidrio a prueba de balas que asegura su conservación pero no permite contemplarla como correspondería.

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