En el Antiguo Egipto el tiempo se medía utilizando el reloj de agua o reloj hidráulico más antiguo de los cuales data del siglo XIV a.C.

A estos fines los antiguos griegos emplearon la clepsidra, reloj en forma de pequeña maceta que se llenaba de agua hasta una marca o señal convenida. Esta especie de vasija tenía el interior marcado a intervalos, que a su vez se correspondían con las distintas horas de la noche.

Se sabía la hora aproximada, sin exactitud total, pero era una guía útil: si el nivel estaba en la muesca correspondiente a las dos de la madrugada todos entendían que quedaba mucha noche, conocimiento que parecía suficiente. Se debe tener en cuenta que los griegos fueron capaces de inventar el Mecanismo de Anticitera.

La clepsidra se utilizaba para calcular y seguir los movimientos de la esfera celeste, astros y planetas, y fueron de utilidad en Grecia en los servicios religiosos, determinación y distribución de las horas en los relevos de los oficiales del templo.

La hora nocturna era una doceava parte de la noche en el tiempo invernal, pero su duración real estaba supeditada al cambio y rotación de las estaciones. La última hora de la noche coincidía siempre con el tercer canto del gallo.

En tiempos del Imperio Romano, el reloj de agua fue una forma corriente de medir el tiempo. Vitruvio, autor de un tratado o diez libros de arquitectura, ingeniero militar en tiempos de Julio César, describe una clepsidra con flotadores automáticos.

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