Antitauromaquia es el activismo que se opone a la utilización de "toros" en espectáculos o festejos. Se dirige principalmente contra los que implican la muerte del animal, como las corridas de toros, pero también contra otras actividades que pueden herirlos o lesionarlos, aunque no sea ese el objetivo.

Las críticas se remontan a la antigüedad romana: Cicerón (106 a.C. - 43 a.C.) ya se opuso públicamente a los espectáculos sangrientos con animales en el anfiteatro. A ellas siguieron las críticas de los primeros escritores cristianos y canonistas a las llamadas venationes (actividad grotesca y salvaje que se efectuaba en la antigua Roma que consistía en la caza y la matanza de animales salvajes como una forma de entretenimiento) , como Prudencio, Casiodoro, San Agustín o San Juan Crisóstomo, que censuraban los espectáculos públicos con fieras (incluidos los "toros bravos"), por arriesgar frívolamente la vida humana, postura de orden moral que se prolongó más o menos en los mismos términos durante la Edad Media y que movió a varios papas a promulgar prohibiciones.

En el siglo XVIII las corridas de toros fueron polémicas y sufrieron críticas e incluso prohibiciones. La nueva dinastía llegada a España, y en general la aristocracia afrancesada, despreciaba estos espectáculos por considerarlos indignos y propios del populacho.

Félix Rodríguez de la Fuente, naturalista español, afirmó de la tauromaquia:

"La fiesta nacional es la exaltación máxima de la agresividad humana."

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