La aicmofobia consiste en el miedo a objetos afilados y a la lesión que pueden causar. Está estrechamente relacionada con el miedo al daño y a la sangre, solapándose muchas veces.

Como en todas las fobias, es importante separar el miedo adaptativo de la fobia. Tal vez uno tenga miedo o esté nervioso antes de una analítica o antes de que le introduzcan una vía intravenosa. Esto es muy diferente del miedo irracional y el rechazo impenetrable que siente el paciente con aicmofobia.

La persona con aicmofobia puede marearse al simple contacto visual con objetos punzantes o cortantes como agujas, cuchillos, tijeras, sierras, etcétera. Naturalmente, acercarse o tomar contacto con estos objetos es impensable.

En la aicmofobia, cuando se percibe el estímulo temido ocurre un incremento inicial de la presión sanguínea y de la tasa cardíaca, seguido por un rápido descenso de estos parámetros que, eventualmente, conduce al desmayo del paciente si este permanece en la situación. A esto se le llama patrón difásico y es único a esta clase de fobias.

Naturalmente, la causa de las fobias es siempre muy variable. En ocasiones, se desarrolla tras un acontecimiento traumático. Puede haber también susceptibilidades genéticas a sufrir aicmofobia.

En los casos más severos, es imposible realizar una extracción de sangre o un tratamiento intravenoso, amenazando la salud del paciente.

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