Una de las tácticas más conocidas de las legiones romanas era la formación tortuga o testudo. Esta configuración consistía en la agrupación de escudos, de manera tal que la primera línea los sostenía de forma vertical y el resto de las líneas los posicionaba perpendicularmente por encima, solapando unos con otros para que no se colara ningún proyectil.

El inconveniente era la lentitud con que se desplazaba la formación. También podían posicionarse escudos en los lados, pero entonces se formaban espacios en la parte superior y el avance era mucho más lento.

Como práctica de esta formación defensiva, los legionarios debían aguantar bien firmes cuando se les lanzaban carros por una pendiente. Si eran capaces de hacerlo, se consideraba que la habían realizado correctamente.

Su uso fue destacado durante los sitios, ya que era una forma efectiva de llegar al muro enemigo con las mínimas bajas posibles. Los legionarios de las últimas líneas podían agacharse haciendo que se formara una rampa de escudos que permitiera el paso de los legionarios que iban detrás de la formación, además de que las piedras y armas que les arrojaban desde las alturas resbalaran como el agua por un tejado.

Flavio Josefo habló de ello durante el asedio de Jerusalén contra los judíos:

“Se deslizaban las flechas sin dañar, y […] los soldados pudieron, sin riesgo, minar la muralla y prepararse para pegar fuego a la puerta del Templo.“.

Más información: historia-belica.blogspot.com