La leyenda más antigua de Roma cuenta que Rómulo y Remo fueron amamantados por una loba en una gruta que según Dionisio de Halicarnaso, coetáneo de Augusto, se encontraba a los pies del Palatino, cercana al Tíber.

Augusto transformó aquel lugar oscuro en un magnífico santuario símbolo de la fundación de la ciudad. La gruta santuario se convirtió en el centro de las fiestas que conmemoraban cada 15 de febrero el milagroso amamantamiento de los gemelos.

Allí tenía lugar el rito de los lupercales, en los que en honor del dios Luperco (medio lobo, medio macho cabrío) jóvenes semidesnudos, cubiertos tan sólo por la piel de los animales sacrificados, corrían golpeando con tiras de piel a las mujeres romanas con la finalidad de purificarlas y de propiciar la fecundidad.

El 25 de enero de 2007, durante la restauración del Palacio de Augusto, la arqueóloga italiana Irene Iacopi descubrió una cavidad a unos 15 metros de profundidad que se han identificado con la sacra cueva del Lupercal.

De confirmarse se podría contemplar el lugar más sagrado de la historia de Roma, donde sus ancestros veneraban el origen mítico de la ciudad.

Parece corroborarse por el lugar donde se encuentra ubicado (entre el Circo Máximo, la ruinas Templo de Apolo Palatino y la Iglesia de Santa Anastasia) y la cercanía al Palacio de Augusto y la aparición de su águila blanca.

El Papa Gervasio I prohibió los Lupercales, celebración que derivaría con el tiempo en la actual Candelaria.

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