Jano (en latín 'Janus'), en la mitología romana, es el dios de las puertas, los comienzos y los finales. Por eso le fue consagrado el primer mes del año (enero) y se le invocaba públicamente el primer día de enero, mes que derivó de su nombre (que en español pasó del latín 'Ianuarius' a 'Janeiro' y 'Janero' y de ahí derivó a «enero»).

Jano es representado con dos caras, mirando hacia ambos lados de su perfil y no tiene equivalente en la mitología griega. Una de sus caras representaría lo positivo, la decisión acertada, y la otra el error, la opción incorrecta.

Cada uno de estos rostros recibía su propio apelativo: Jano Patulsio (patulsius), que era usado para invocar la cara del dios que se ubicaba delante de la puerta por quien deseaba atravesarla (para entrar o salir). Como complemento, la cara que se le opone a ésta del otro lado de la puerta, es invocada como Jano Clusivio (clusivius). Ambos nombres declaran la doble funcionalidad de esta divinidad.

Al igual que Prometeo, Jano es una clase de héroe cultural, ya que se le atribuye entre otras cosas la invención del dinero, la navegación y la agricultura.​ Según los romanos, este dios aseguraba buenos finales. En su tratado sobre los «Fastos», Ovidio (43 a. C. - 17 d. C.) caracteriza a Jano como aquel que él solo custodia el Universo. Jano es padre de Fontus, dios de las fuentes, cascadas y pozo.

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