El síndrome de savant, se atribuye a una descompensación en el desarrollo de los hemisferios cerebrales, proporciona a los afectados habilidades mentales, sin embargo, presentan deficiencias motrices, físicas y mentales importantes, que se manifiestan, por ejemplo, en su incapacidad para relacionarse con otras personas, en la dificultad para desarrollar el habla, o en problemas motores que les obstaculizan la coordinación de movimientos para realizar acciones aparentemente sencillas.

Quienes lo padecen son capaces de realizar proezas que serían completamente imposibles para una persona sin el síndrome. Sin embargo, la ironía de esta enfermedad radica en que los hace dependientes, pues son incapaces de realizar algunas acciones simples.

El término se atribuye a J. Langdon Down, investigador que acuñó el término “idiot savant” («idiota erudito» en francés) aunque quedó en desuso debido a su poca aceptación. Con el pasar del tiempo fue el término Síndrome de Savant el que adquirió mayor reconocimiento.

El término savant (sabio) se utiliza para referirse a personas que tienen dificultades cognitivas graves, que también es una característica que suele aparecer en muchas otras personas del espectro autista.

Este talento suele ser en campos como matemáticas, memoria visual, arte, etc.

El tratamiento para el síndrome de savant no tiene como objetivo curar o tratar el síndrome, sino aquello asociado a él que podría causar problemas mayores, como el daño cerebral

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