Esta guerra civil que enfrentó a la Casa de Lancaster y a sus partidarios y a la Casa de York con sus simpatizantes en el siglo XV (concretamente desde el año 1455 hasta el 1485) por el trono de Inglaterra, se saldó con la victoria de los segundos. Ambas casa pretendían la Corona por tener su origen en común en la Casa de los Plantagenet.

El poético nombre con el que se denomina al conflicto desde la época del Romanticismo, proviene de los emblemas que portaban ambas familias: la rosa roja por parte de los Lancaster y la rosa blanca para los York.

El resultado de la contienda tuvo como principales consecuencias la desaparición de los Plantagenet y el debilitamiento entre las filas de la nobleza terrateniente que eran, junto con los señores feudales, los que mayoritariamente habían apoyado a uno u otro bando, además de un claro, obvio y enorme descontento social.

Esto provocó que el poder y la influencia de Inglaterra en el continente comenzara su declive lo que a su vez hizo que fuesen los comerciantes quienes adquirieran un grado más de notoriedad e influjo en las decisiones. Por otra parte, la casa de los Tudor creció y se fortaleció enormemente, favoreciendo así una monarquía centralizada.

En términos de división del tiempo histórico, se suele señalar esta guerra como la que pone fin a la Edad Media inglesa y la que abre las puertas a la época del Renacimiento en el país.

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