El 21 de octubre del año 1600, dos grandes ejércitos chocaron en Sekigahara, cerca de la capital imperial de Kioto. Había que dirimir cuál de los dos grandes clanes de Japón -los Toyotomi y los Tokugawa- se hacía con la autoridad sobre todos los señores de la guerra del país.

Ambos bandos se enfrentaron durante más de un año.

Inicialmente las condiciones parecían favorables a Ishida: contaba con más soldados y sus supuestos aliados se encontraban en la retaguardia o en los flancos de las tropas de Tokugawa.

Dos cambios de bando fueron decisivos: el de Hideaki Kobayakawa, y el de Hiroie Kikkawa decantando la victoria en favor de Ieyasu Tokugawa.

En 1603 el emperador nombró shôgun a Ieyasu. El nombramiento como shôgun permitió a Tokugawa lograr la unificación de Japón bajo una sola autoridad.

Llevo a cabo varias reformas y cambios; estableció un protocolo llamado sankin-kôtai: los daimyô estaban obligados a residir en Edo en años alternos y, al regresar a sus territorios, debían dejar a su esposa e hijos como rehenes para asegurar su lealtad al shôgun.

El shogunato Tokugawa gobernó Japón durante más de 250 años en los que se mantuvo prácticamente aislado del resto del mundo.

La batalla de Sekigahara tendría repercusiones profundas y pasaría a la posteridad como la más decisiva de la historia de Japón: con ella daría inicio el periodo Edo, que representó el apogeo del Japón feudal.

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