La génesis de la novela policíaca moderna se atribuye al estadounidense Edgar Allan Poe con sus cuentos Los crímenes de la calle Morgue (1841), El misterio de Marie Rogêt (1842-1843), La carta robada (1844) y El escarabajo de oro (1843).

Los tres primeros fueron protagonizadas por Auguste Dupin, el primer detective de ficción, que sirvió de modelo a uno de los personajes arquetípicos del género, el detective Sherlock Holmes, de Sir Arthur Conan Doyle, quien considera dos aspectos al resolver un crimen: se fundamenta en deducciones y se obliga a no adivinar nada, llegando a conclusiones razonadas, como una máquina lógica perfecta. Doyle, junto a Agatha Christie y otros autores, llevaron el género a su madurez, formando la llamada escuela inglesa de novela policíaca.

Aunque el género policial comienza cerca de los años 1840, se han encontrado textos de hace más de 2000 años que se asimilan a este estilo. Un claro ejemplo es la obra de Sófocles Edipo rey, una tragedia griega en la que el protagonista, Edipo, lleva a cabo una investigación en la que se da cuenta de que él mismo es el culpable.

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