En la mitología griega, Midas era rey de Frigia, e hijo de Gordias.

Por su hospitalidad para con el sátiro Sileno, el dios Dionisio le otorgó el poder de convertir en oro todo cuanto tocara.

Sileno pertenecía a la corte de Dionisio y éste le tenía gran afecto. El viejo y gordo sátiro acostumbraba beber muchísimo vino, hasta llegaba a tomar ríos enteros de la bebida.

Sucedió que, mientras acompañaba al dios en un viaje, abrumado por la embriaguez, se perdió y fue capturado por campesinos en Frigia. Estos le llevaron ante el rey Midas, quien ya le conocía y se alegró mucho por el encuentro, pues tenía así la ocasión de celebrar una alegre fiesta. El rey tenía también gran experiencia con el vino, por eso estuvieron diez días y diez noches de pura celebración. Concluida la fiesta, el anciano fue devuelto a Dionisio. En agradecimiento se le concedió el deseo de transformar en oro todo lo que tocara.

Pero luego, Midas viendo que no podía comer los alimentos que a su contacto quedaban convertidos en el precioso metal, pidió al dios que le liberara de su don, para lo cual tuvo que bañarse en el río Pactolo, que desde entonces contiene arenas auríferas.

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