La sensación de sed aparece cuando hemos perdido entre el 1 al 3% del peso corporal en líquidos. Al sudar la sangre pierde agua y se vuelve espesa, la concentración de sodio es mayor de lo normal, y es aconsejable y conveniente para nuestro organismo beber antes de tener sed.

La solución que la naturaleza ha desarrollado para evitar la deshidratación es crear inmediatamente la sed, una potente sensación que inunda la mente consciente y motiva a buscar el agua donde quiera que la haya para restaurar el equilibrio hídrico perdido.

El sentimiento de sed conlleva el intenso placer que se experimenta al saciarla cuando el agua es consumida. Pocos placeres igualan al de beber cuando tenemos mucha sed.

No basta con beber y recuperar la cantidad de agua perdida. Es necesario garantizar que esa agua ingerida se distribuya entre los diferentes compartimentos de fluidos del cuerpo, pues cada uno de ellos requiere un determinado volumen para que los procesos fisiológicos en que está implicado funcionen con regularidad.

Para evitar que el cuerpo sufra las consecuencias de la deshidratación debemos tomar el agua necesaria. Se recomienda beber de dos a tres litros diarios ya que ésta es la cantidad de líquido que normalmente perdemos al día y que necesitamos reponer.

Ello nos ayudará a mantener regulada la temperatura del cuerpo, convertir los alimentos en energía y amortiguar las articulaciones; tomándola de forma periódica hará que nos sintamos mejor.

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