Simón Pedro nació en Galilea y falleció en Roma 36 años después de la muerte del Nazareno, durante la implacable y cruenta persecución que el emperador Nerón (54-68) desató contra los cristianos.

Pedro se había distinguido en vida como uno de los discípulos preferidos de Cristo, erigiéndose frecuentemente en el portavoz del grupo de los 12 discípulos.

Simón Pedro experimentó momentos de duda y debilidad; negó hasta tres veces conocer a Jesús la noche en que fue arrestado por el Sanedrín. Sin embargo, después de aquella acción, la fe de Pedro ya no volvería a flaquear y, tras la crucifixión y resurrección de Cristo, se dedicó a propagar sus enseñanzas.

Pedro llegó a Roma el año cuarto del Imperio de Claudio y allí permaneció veinticinco años.

Cuando se recrudeció la persecución en contra de los cristianos, Simón Pedro optó por escapar de Roma. En el camino vio a Jesús y se dio cuenta de que había abandonado a todos sus discípulos. Volvió a Roma, sabiendo que allí lo esperaba una muerte segura. Fue detenido y condenado a morir crucificado en la colina del Vaticano.

La crucifixión de San Pedro se produjo boca abajo, según relata el teólogo cristiano Orígenes (185-254) de Alejandría, quien asegura que “Pedro fue crucificado en Roma, con su cabeza hacia abajo, como él mismo había deseado sufrir”. Fue clavado a la cruz, con su cabeza hacia el suelo y sus pies hacia arriba, asegurando que él no era digno de ser crucificado del mismo modo que lo había sido su Señor.

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