Desde que Aristóteles habló de un cometa que apareció en el 371 a.C. la lista de ellos ligados a tragedias terrenales es interminable.

Ocurre que en la antigüedad el cielo era considerado el reino de lo eterno e inmutable. Por ello, cuando aparecía un cometa que alteraba la perfección de la esfera celeste, éste era señalado como un mal presagio, idea que se transmitió durante siglos.

Distintas crónicas mencionan que un cometa apareció el año en que se produjo la caída de Troya a manos de los griegos (siglo XII a.C.), varios aparecieron durante el reinado de Nerón (54 al 68 d.C.), y el cometa del 69 d.C. preanunció la ruina de Jerusalén, arrasada un año después por las tropas del emperador romano Tito.

También se afirmaba que distintos cometas habían preanunciado la muerte de, entre muchos otros, varios Papas; los emperadores romanos Vespasiano y Constantino; Atila, rey de los hunos; el profeta Mahoma; el rey inglés Ricardo I Corazón de León.

Más cercano a nuestro tiempo, en 1910 el cometa Halley volvíó a pasar, esta vez muy cerca, tanto que la Tierra atravesó el final de su cola durante seis horas. Este dato fue publicado por los diarios, con el agregado de que la cola era tóxica y enveneraría a toda la Tierra. Hubo pánico, muchos se suicidaron. Pasó el cometa y la vida en la Tierra no cambió.

Ahora se sabe que un cometa está formado por hielo, polvo y rocas. Una "bola de nieve sucia". Su paso es un espectáculo digno de ver.

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