Más o menos, a partir de los 20 años nuestro código genético determina que no debemos de crecer más y nuestros órganos se quedan tal y como están: a excepción de nuestra nariz y nuestras orejas.

El pelo o las uñas sí crecen durante toda nuestra vida. Eso se debe a que las células que lo componen no dejan de multiplicarse, pero eso no es lo que ocurre con nuestras orejas y nuestra nariz.

Lo que hace de nuestras narices y oídos elementos únicos en el organismo es precisamente su composición, ya que están hechos de tejido blando envuelto en cartílago, que sigue creciendo a lo largo de toda nuestra vida.

La explicación de su ‘crecimiento’ está en nuestros cartílagos. El cartílago es un tipo de tejido que se encuentra en nuestras articulaciones y en otras partes del cuerpo. Habitualmente sirve para aliviar el desgaste en las articulaciones, y en otras partes como nuestra nariz, ayudan a mantener su estructura y su forma.

Los científicos han descubierto que con el tiempo, el colágeno y las fibras que componen el cartílago comienzan a descomponerse. Si a esto le sumamos la acción continua de la gravedad, el resultado es que la punta de nuestra nariz y de nuestras orejas aumenta de tamaño.

Además, la piel que los recubre pierde elasticidad y acaba estirándose aún más. Como nuestra complexión facial también cambia con la vejez y perdemos volumen en la cara, se acaba multiplicando este efecto, y parece que estas partes crecen mucho más de lo que ocurre en realidad.

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