La creencia europea en la mala suerte que trae la sal derramada es bastante antigua, y se remonta a la antigua Roma. La «Hieroglyphica» de Piero Valeriano Bolzani, de 1556, cuenta que la sal era antiguamente un símbolo de amistad, por su cualidad duradera. Se solía ofrecer a los invitados antes que otros alimentos, para significar la fuerza duradera de la amistad.

Algunos dicen que la raíz de esta superstición es que la sal era un bien preciado en las sociedades antiguas. Debido a su dificultad de obtención y a su elevado coste, la sal se convirtió en una forma de moneda. De hecho, la palabra «salario» tiene su origen en 'sal', la palabra latina para «sal», posiblemente porque los soldados romanos recibían sal como parte de su compensación. Derramar algo tan preciado como la sal era de mala educación y un gran desperdicio, lo que se convirtió en una advertencia de que un descuido traería mala suerte.

Como suele ocurrir con las supersticiones, la superstición de la sal derramada creció y evolucionó a lo largo de los siglos, y las distintas culturas le asignaron significados diferentes.

Según otra leyenda, derramar sal invita al diablo, que supuestamente espera detrás del hombro izquierdo, a realizar malas acciones. También hay quien dice que se debe al cuadro de Leonardo da Vinci «La última cena». En el cuadro, se ve un poco de sal derramada cerca del codo de Judas Iscariote, que presumiblemente se golpeó.

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