Que nada que proceda de la "madre naturaleza" puede hacernos daño. Que cualquier alimento o remedio que se extraiga de ella y no haya sido alterado por la mano del hombre será mucho mejor que un medicamento de la farmacia o un producto procesado del supermercado es solamente una creencia.

La verdad es que las cosas no son tan fáciles como parecen. De hecho, la ciencia y la investigación avanzan para que alimentos naturales como la leche, por ejemplo, sean mucho más seguros de lo que lo eran antes. Es más, en la naturaleza también podemos encontrar veneno como la cicuta o alimentos que contienen en su interior "amigdalina, un compuesto que se transforma en cianuro" al entrar en contacto con determinadas sustancias que tenemos en nuestro cuerpo, como ocurre por ejemplo, con los albaricoques (damascos), los melocotones (duraznos), las manzanas, las peras o las cerezas.

En cuanto a la semilla de la manzana, por ejemplo, habría que comer unas 170 de ellas para sentir malestares y entre 4.300 a 5.700 para perder la vida.

Las semillas que tienen un mayor contenido de amigdalina son el albaricoque y el melocotón (en este caso nos referimos a las almendras del interior de los huesos). Su consumo es peligroso, especialmente en niños pequeños, lo recomendable es nunca llegar a consumirlas ni siquiera en bajas cantidades. Al masticar estas semillas las propias enzimas de la saliva y del resto del sistema digestivo ayudan a que se transforme la amigdalina en cianuro.

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